Despertar, amarte.
Despertar, amarte. O a Marte, al borde de la cornisa o quizá un poco más allá de una caricia. Despertar, amarte. A verte y valerte con valuarte, a reconocerte triunfante, a ser ese empoderado almirante, desafiante navegante del reto dislocante, de este turbio mar de oleaje desafiante, de este camino vibrante donde eres dueño, creador y principal aporte del balance.
Despertar, amarte. Consiente, pensante, presente. Valerse ser y ser valiente. Despertar amarte y a amarse, a ser miembros fundadores de nuestro club de admiradores, a ser reflejo digno del destino y fervente creyente de nuestro camino.
Despertar, amarte. Como un llamado inclusivo, que el amor se esparce de adentro hacia afuera y no precisamente al revés. Que ser favoritos de nosotros nos permite amar con mayor ahínco a los otros, que ser viviente del presente nos posiciona firmes en el inconsciente -que es muy consciente- de los pasos realizados, los intencionados y los próximamente dados. De la huella de nuestros zapatos, de un despertar individual, que provocará la colectividad de amanecer un día sin la prisa del quehacer y un poco más dados a pertenecer.
Despertar y amarte. Que hay un ciclo redundante y mensaje galopante: ¡detente caminante! No haz visto ni escuchado, estás un poco atolondrado, es tiempo de valerte, reconocerte y de ese amor exponente; vibrar aquí, hoy, presente… un mundo más potente, una casa incluyente, un hogar para ti y toda la gente.
Andrés Mesa Z. abr20