El Nuevo Soñador
Sin pretensiones de grandeza y escuálido en la vocación.
Sin devoción a la proeza, descalzo y sin cinturón.
Sacude la pereza y escala la posición, fue grande la destreza, enderezar el cuerpo y poner más atención.
El nuevo soñador pernocta a la belleza, le da miedo la razón. Desecha la entereza y se acurruca al socavón.
Despierta a la menor provocación, perseguido oculto de un delirio; no es miedo, frío o comezón, solo síntomas inequívocos: el síndrome del Jamaicón.
El nuevo soñador es tácito, es básico y no es bravucón.
Dicho soñador divaga en egoísmo y conjuga su hedonismo con caprichos de algodón.
Transcurre libre en su rincón, batalla firme, se postra erguido, impávido y domador. No hace ruido, le teme al frío, al ruido y al ratón.
El nuevo soñador, parece tanto, mas es anónimo en su labor, despierta el llanto y la emoción del canto contenidas siempre en los muros de su habitación.
El nuevo soñador se alinea exacto a la repetición, sacude el salto y cree que por su novedad es santo, genio, líder y nato símbolo de devoción.
Es un rato, despierta intacto y con síntomas de emoción. Al nuevo soñador impactó la realidad y la ocasión, pues descubrió cual neonato que la novedad no es acto de presunción y que son acciones las que dictaminan el juicio de admiración.