El cielo mirar
Mirar el cielo. Verlo para reflejar, para dimensionar y para suplicar.
Tenemos una relación emocional-religiosa con la plenitud celestial.
Y no es que estemos mal, el cielo, ya sea alumbrado por el sol o por las estrellas, es un lienzo de enorme magnetismo a un profundo mirar.
El cielo mirar llama, atrae, inmersa las miradas a él.
Es un norte de referencia; ya sean los caminos de las aves o la ubicación estelar para las naves.
El cielo mirar es un refresco y una guía. De la temperatura, de la geología y de los señalamientos terrestres que indican las aves silvestres cuando han de comer.
Mirar el cielo es señal de pausa, de introspección, de contemplación, de pertenecernos, conocernos
y señal también de sueños concedernos.
El cielo mirar, como costumbre de la conciencia de conocer nuestra pequeñeza
de contemplar la magnificencia; magnitud que nos dimensiona y nos incorpora, magnitud gigantesca que co-costruimos y que nos potencializa como nos estabiliza.
Relación del todo y nada que nos humaniza, es un diálogo divino, único y repentino, provocado por la pausa y la dialéctica única que existe
cuando podemos el cielo mirar.
Andrés Mesa Z. nov22